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Una oportunidad para mostrar compasión

25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle:Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
El pasaje de hoy narra una de las parábolas más conocidas de Cristo. Es una ilustración de cómo demostrar amor por Dios y por los demás, y aunque el contexto es la antigua cultura judía, sus lecciones son válidas en el siglo XXI. Esta historia destruye nuestras excusas y nos hace encarar nuestra necesidad de demostrar compasión.
Sin duda, a todos nos gustaría identificarnos con el buen samaritano, pero en realidad, a menudo actuamos más como el sacerdote o el levita. ¿Por qué no se detuvieron para ayudar? No se nos dice de manera explícita, pero podemos deducir la respuesta comparando sus acciones con las del samaritano.
Él vio con ojos de compasión. Si estamos ocupados y preocupados con nuestros propios asuntos, es posible que no veamos las necesidades a nuestro alrededor. Podría haber un compañero de trabajo desanimado, un vecino en apuros o incluso un miembro de la familia que necesite nuestra ayuda.
Su compasión lo llevó a aprovechar la oportunidad de ayudar. No era solo una cuestión de sentirse mal por otra persona; la condición indefensa del hombre herido impulsó al samaritano a actuar. Este es el punto en el que a menudo nos retiramos, porque detenernos para ayudar a alguien nos cuesta tiempo y esfuerzo.
Él compartió de manera voluntaria lo que tenía. El samaritano hizo un esfuerzo extra al llevar al herido a una posada y pagarle al encargado para que lo cuidara. Dios nos ha dado destrezas o recursos que podemos usar para demostrar compasión.
¿Es posible que usted no se haya dado cuenta de las necesidades a su alrededor? Pídale al Señor que abra sus ojos y le dé compasión por aquellos que sufren.