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Tenga cuidado de cómo camina


Mateo 18.1-7


1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?

Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,

y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.

Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.

!!Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero !!ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!


Podríamos pensar que nuestros pecados no afectan a nadie, lo cual no es cierto. Lo que hacemos afecta también a los demás, lo sepamos o no. Y Cristo nos advirtió que hacer pecar a otra persona nos dejaría peor que si nos “ahogáramos en lo profundo del mar” con una piedra de molino atada a nuestro cuello (Mt 18.6).


La gente observa lo que hacemos, y ¿quién de nosotros no ha pecado? Podemos tratar de excusarnos afirmando que la mayor parte de nuestro pecado es trivial y no será notado por los demás, y mucho menos les hará daño. Pero consideremos cómo nuestro pecado puede llevar a otros por el mal camino.


Nuestra falta de perdón contra alguien podría hacer que un amigo cercano o un miembro de la familia se ponga de nuestro lado y también sienta rencor.


El enojo esporádico que expresamos delante de nuestros hijos, puede hacer que nos imiten y luego piensen que ellos también tienen el derecho de expresar su malhumor cuando deseen hacerlo.


Las mentiras que decimos para salir de situaciones difíciles envían un mensaje, en especial a los niños, de que la verdad es opcional, dependiendo de las circunstancias.


Las conversaciones llenas de chismes pueden destruir la reputación de otras personas y hacer que quienes escuchan pequen al difundir los rumores.


La advertencia del Señor debe ser tomada en serio. Debemos considerar las consecuencias de nuestras acciones y actitudes, y luego volvernos hacia Él en confesión y arrepentimiento. Si se lo pedimos, nos dará la gracia y la fortaleza para andar en sus caminos e influenciar a otros en favor de la justicia.

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