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Pequeños pasos hacia un gran destino

1Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Las sencillas peticiones que Dios nos hace, a menudo nos conducen a mayores bendiciones. Aunque podemos ver estos actos como insignificantes, el Señor los ve como asuntos importantes. El apóstol Pedro es ejemplo de un hombre que dio pequeños pasos que condujeron a un gran destino.
Cuando el Señor pidió ser llevado a la barca de Pedro, el pescador pudo haber dicho que no. Después de todo, había trabajado toda la noche, y es probable que estuviera agotado. Pero al dar este pequeño paso, Pedro recibió un asiento de primera fila para escuchar al mejor Maestro, y comenzar una aventura que cambió su vida.
Aunque la primera petición del Señor era bastante común, su sugerencia posterior desafiaría la lógica de Pedro. Dirigirse a aguas profundas al mediodía para atrapar peces era absurdo para este pescador experto. A veces, el Señor nos pide que hagamos lo que parece irrazonable. Debemos recordar que el Señor no está obligado a hacer las cosas dentro del ámbito de lo normal o lo lógico. Si Pedro hubiera rechazado ese pedido inusual, habría perdido la mayor pesca de su vida, y no me refiero solo a los peces. Este milagro abrió los ojos de Pedro para ver a su Mesías. Cuando salió de esa barca, los peces no significaban nada para él, porque el Señor Jesús se convirtió en su todo.
El Señor no está esperando que hagamos una tarea grande e impresionante para Él; solo nos llama a obedecerlo un paso a la vez. No pierda la gran aventura que Dios tiene para usted. Aunque los caminos del Señor parezcan ilógicos, sígalo con fidelidad, y el destino de su vida se desplegará ante sus propios ojos.