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Para vivir en santidad en tiempo de impiedad

1 Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad,
2 en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,
3 y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador,
4 a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador.
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
6 el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo,
9 retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.
10 Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión,
11 a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.
12 Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.
13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe,
14 no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
15 Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.
Los fundadores de los Estados Unidos crearon un marco de gobierno influenciado por principios bíblicos. Pero, poco a poco, el país ha pasado de “una nación bajo Dios” a un grupo de personas que ya no quieren que Él se involucre en sus asuntos.
Nuestra nación se ha vuelto impía en varios sentidos: impulsada por el materialismo y el poder; prevalecen la inmoralidad y la rebelión; la filosofía vacía y la falsa doctrina son aceptadas. Detrás de todo está la presión por mantener a Dios fuera de los asuntos de la nación.
Sin embargo, incluso en una sociedad incrédula, las personas pueden seguir a Cristo como individuos. Pero el mundo continuará diseminando enseñanzas erróneas, por lo que los creyentes deben ser capaces de discernir. De lo contrario, los mensajes erróneos pueden llevar a los cristianos a claudicar en sus convicciones. Entonces los afectos y las prioridades pueden cambiar. No dejemos que el clamor del mundo haga que la voz del Espíritu sea menos audible. Sin su guía, nuestras mentes se vuelven vulnerables a las mentiras.
La Biblia es una brújula que nos mantiene avanzando en la dirección correcta. Necesitamos estar llenos de la verdad de Dios leyendo, creyendo, meditando y poniendo en práctica las Sagradas Escrituras. Esta nos dice “orad sin cesar” (1 Ts 5.17). Si nuestras mentes están enfocadas en Él, las doctrinas impías no podrán echar raíces.
La Palabra de Dios es nuestra guía. Seguiremos enfrentando dificultades mientras vivamos en este mundo imperfecto, pero la verdad de Dios traerá confianza y valentía, y su Espíritu nos dirigirá y fortalecerá, permitiéndonos vivir en victoria.