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Obstáculos a la obediencia

11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra.
12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.
13 Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?
14 El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
15 Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo.
16 Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso.
17 Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová.
La obediencia es una acción poderosa que puede liberar la gloria de Dios en maneras que van más allá de nuestra imaginación. Sin embargo, obedecer es a menudo difícil porque nuestros deseos están siendo puestos a prueba. A veces tememos que, al hacer lo que dice el Señor, terminaremos perdiendo lo que es importante para nosotros. Pero elegir no obedecer puede costarnos lo que más deseamos.
En el pasaje bíblico de ayer, hubo tres obstáculos que casi impidieron que Naamán siguiera las instrucciones de Dios y fuera sanado de manera milagrosa.
1. El orgullo. Como oficial de alto rango, Naamán temía que obedecer le costaría su dignidad. Por el contrario, sus servidores tuvieron la sabiduría de ver que el orgullo le estaba robando la vida. ¿Con qué frecuencia nos negamos a hacer lo que Dios dice, por temor a parecer tontos?
2. Las expectativas egocéntricas. Naamán se enfureció cuando no se cumplieron sus expectativas según sus planes. De igual manera, nos enojamos con el Señor cuando no cumple con nuestras demandas. Pero si en realidad queremos su voluntad perfecta, debemos “dejarle” hacer las cosas a su manera.
3. La incredulidad. Debido a que la fe de Naamán estaba limitada por su visión de cómo sería sanado, al principio no entendió cómo obedecer curaría su lepra. Fue necesaria la fe de sus sirvientes para ayudarlo a ver que la obediencia era la clave para que Dios saciara su mayor necesidad.
El llamado a obedecer a menudo deja al descubierto murallas de las cuales el Señor quiere liberarnos. Cuando decidimos actuar con fe, Dios se manifiesta de una manera nueva que fortalece nuestra confianza en Él porque, en última instancia, lo que más necesitamos es conocerlo mejor.