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Nuestro Dios de misericordia




Salmo 145.8-21


Clemente y misericordioso es Jehová, Lento para la ira, y grande en misericordia.

Bueno es Jehová para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras.

10 Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, Y tus santos te bendigan.

11 La gloria de tu reino digan, Y hablen de tu poder,

12 Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, Y la gloria de la magnificencia de su reino.

13 Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en todas las generaciones.

14 Sostiene Jehová a todos los que caen, Y levanta a todos los oprimidos.

15 Los ojos de todos esperan en ti, Y tú les das su comida a su tiempo.

16 Abres tu mano, Y colmas de bendición a todo ser viviente.

17 Justo es Jehová en todos sus caminos, Y misericordioso en todas sus obras.

18 Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras.

19 Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.

20 Jehová guarda a todos los que le aman, Mas destruirá a todos los impíos.

21 La alabanza de Jehová proclamará mi boca; Y todos bendigan su santo nombre eternamente y para siempre.


Dios no es tacaño con la misericordia. La luz del sol que disfruta en un día hermoso también calienta a quienes le rodean. La salud, el trabajo, la educación, la familia y los amigos son resultado de la misericordia de Dios sobre su creación. Incluso aquellos que no lo reconocen o no agradecen su bondad, la reciben. No obstante, tal misericordia es temporal y no puede salvar a nadie por la eternidad.


Hay un límite para la misericordia de Dios, porque Él no puede contradecir sus otros atributos, como la santidad, rectitud y justicia. El pecado debe ser castigado para que Dios siga siendo justo. Sin justicia, la misericordia y el perdón no tendrían sentido. Este dilema fue la razón por la que Jesucristo vino al mundo para morir: satisfacer la justicia de Dios llevando la pena por nuestros pecados.


Aunque Dios ofrece la misericordia de la salvación a todos por medio del evangelio de Cristo, solo aquellos que lo aceptan por fe la reciben. Sin embargo, muchos toman a la ligera la bondad, tolerancia y paciencia de Dios; no se dan cuenta de que estas bendiciones deben impulsarlos a arrepentirse (Ro 2.4). Estas personas pisotean dicha misericordia y continúan su camino, ignorando que el juicio, no la misericordia, les espera en la eternidad.


Incluso los creyentes pueden abusar de la misericordia de Dios al pecar intencionalmente, pensando: “Dios me perdonará”. Pero como redimidos que hemos recibido la vida eterna, debemos ser abrumados con amor y gratitud por lo que Cristo hizo. Al renunciar a los derechos celestiales, a la autoridad y a los privilegios como el Hijo de Dios sin pecado, Cristo sufrió el castigo divino por nuestros pecados, para que pudiéramos recibir la misericordia de su Padre.

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