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Nuestra posición en Cristo



Efesios 1.3-14


Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,

según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,

en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,

para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecadossegún las riquezas de su gracia,

que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,

dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,

10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,

12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.

13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.


¿Recuerda usted el día en que fue salvo? En ese momento, supo muy poco de lo que sucedió. Hubo el júbilo de saber que fue perdonado, y el alivio de que fue destinado al cielo; pero lo que sucedió en ese momento fue tan maravilloso que nunca conocerá su profundidad hasta que esté en la presencia de Cristo en el cielo.


Para vislumbrar la inmensidad de nuestra salvación, debemos entender nuestra condición anterior. Como descendientes de Adán, no estamos libres de las consecuencias del pecado. (Véase Ro 5.12-14). La Palabra de Dios describe esta condición como estar muerto en nuestros delitos y pecados (Ef 2.1). Aunque físicamente vivos, estábamos espiritualmente muertos.


Pero al recibir a Cristo como Salvador, ya no estamos en Adán, porque fuimos puestos en Cristo por obra del Espíritu Santo. Al reflexionar en cuanto a las profundidades de esta verdad, comenzamos a ver cuán segura es nuestra posición y lo completa que es nuestra aceptación por parte de nuestro Padre celestial. Hemos sido posicionados para siempre  en el Señor Jesús por el sello del Espíritu Santo.


Nuestra nueva posición es eterna e inalterable debido a la naturaleza de nuestro Dios trino. Si hubiéramos tenido algo que ver con nuestra salvación, Dios no nos habría aceptado. Pero la obra es de Él. El Señor decidió ponernos en Cristo antes de la fundación del mundo, dio a su Hijo como el medio de reconciliación, y nos selló con su Espíritu. No somos quienes mantenemos nuestra salvación. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos guardan y nos mantienen seguros. Por lo tanto, nada puede separarnos del amor de Dios.

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