Admin
Nuestra necesidad: Una oportunidad para Dios

1 Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.
2 Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán.
3 Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
4 Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel.
5 Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel.
Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos.
6 Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra.
7 Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.
8 Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel.
9 Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.
10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.
11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra.
12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.
13 Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?
14 El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
Cada vez que seguimos la dirección de Dios, se abre una puerta para que Él haga grandes cosas en nuestra vida. No obstante, a menudo nos resistimos a obedecer, porque sus instrucciones parecen poco prácticas e ilógicas, y por eso dudamos de sus intenciones para con nosotros.
Naamán no podía entender por qué el Señor estaba pidiéndole que se metiera siete veces en el río Jordán. Pensó que ya había demostrado su fe al venir al profeta Eliseo. Esperaba ser sanado, no recibir instrucciones que le sonaban irracionales. Después de todo, el gran comandante sirio no había visto a nadie sumergirse en aguas fangosas y ser sanado. Pero las instrucciones de Dios eran específicamente para él, y para nadie más.
Si usted decide hacer lo que Dios le pide, basándose en las acciones de otros, perderá lo mejor que tiene para usted. Es decir, si Naamán hubiera decidido negarse a hacer lo que le parecía tan absurdo, habría muerto como leproso. De la misma manera, si nos negamos a obedecer a Dios, nunca sabremos lo que habría hecho en nuestra vida si hubiéramos confiado en Él.
Las necesidades son oportunidades para que Dios transforme la vida de sus hijos. Él sabe que, para que lleguemos a ser las personas que deseó que fuéramos cuando nos creó, debemos aprender a creer en su fidelidad y actuar como corresponde.
Al enfrentar cualquier desafío, tenemos dos opciones: enfocarnos en lo que nos falta y en cómo Dios no parece estar respondiendo nuestras peticiones; o reconocer que nuestra necesidad indica el deseo de Dios de enseñarnos algo