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Los caminos de Dios revelados

6 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
7 Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
8 la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
15 En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.
Justo cuando pensamos que estamos creciendo en nuestra comprensión de Dios, sucede algo que nos hace preguntarnos si lo conocemos bien. Tal vez fue una petición de oración sin respuesta, un accidente, una enfermedad o alguna pérdida lo que sacudió nuestra fe. ¿Qué debemos pensar cuando nuestras experiencias parecen contradecir la comprensión que tenemos de Dios?
Esta verdad básica puede sonar paradójica, pero somos sabios al mantenerla en primer plano de nuestro pensamiento. Nuestro Dios está mucho más allá de la comprensión humana, pero quiere que lo conozcamos y entendamos sus caminos. Incluso el apóstol Pablo, que tenía una relación estrecha con Dios, exclamó: “¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor?” (Ro 11. 33, 34).
Entonces, ¿cómo podemos conocer a nuestro Dios insondable? Solo es posible si se nos revela, lo que ha hecho hasta el día de hoy. En todo creyente habita el Espíritu Santo, “para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Co 2.12). Por eso, el apóstol Pablo dijo: “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (v. 16). Aunque nunca sabremos o entenderemos todo lo que Dios hace, podemos estar seguros de que, cuando leemos la Biblia y andamos en obediencia al Espíritu Santo, Él nos enseña sus caminos.
Tenemos un tesoro invaluable dentro de nosotros. El Espíritu Santo es la única razón por la que podemos entender los conceptos espirituales que están ocultos para quienes no conocen a Cristo. Pero con este privilegio viene la responsabilidad de dejar que la Palabra de Dios habite con abundancia en nosotros, porque así es como el Espíritu nos enseña los caminos del Padre.