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La verdad le hará libre



Juan 8.31-36


31  Dijo entonces Jesús a los judíos que había creído en él: Si sí permanecía en mi palabra, realmente mis discípulos;

32  y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

33  Le respondieron: Linaje de Abraham somos,y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo te dices tú: Seréis libres?

34  Jesús les respondió: De cierto, de cierto, digo, que todo eso que hace pecado, esclavo es del pecado.

35  Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.

36  Así que, si el Hijo es liberador, servicios verdaderamente libres.


La libertad es algo que nos encanta a todos, pero ¿de verdad sabemos lo qué es? Algunas personas piensan que significa no tener límites, restricciones o responsabilidades. Pero eso, en realidad, es a lo que Dios llama rebeldía, pues es rechazar la autoridad, ya que cada quien hace lo que bien le parece (1 S 12.14, 15). La verdadera libertad es ser libre de la esclavitud del pecado, y eso solo es posible por medio de Jesucristo.


El primer paso hacia la libertad es reconocer donde estamos encarcelados. Las personas que no han recibido a Cristo como Salvador son esclavos del pecado y de la incredulidad. No pueden creer en Dios ni en las promesas de la Biblia, debido a que el pecado les impide ver que necesitan un Salvador.


Incluso los seguidores de Cristo pueden estar esclavizados por el pecado, a pesar de los constantes intentos por dejarlo. Pero, para algunos de nosotros, la lucha es con un tipo de esclavitud más sutil. Los sentimientos de inferioridad, inseguridad, rechazo o inutilidad pueden enturbiar nuestras respuestas ante los desafíos de la vida al alterar nuestra capacidad de pensar o actuar, mientras socavan nuestra fe y nuestra obediencia a Dios.


El Señor quiere que andemos en libertad, y por ello describe el camino. Él dice que si nos mantenemos en la Palabra de Dios, conoceremos la verdad, y ella nos hará libres (Jn 8.31, 32). Antes que nada, somos liberados del pecado y de su condenación por medio de la fe en Cristo. Luego, a medida que leamos y meditemos en la Biblia, nuestra mente, voluntad y emociones cambiarán. Los pecados que una vez nos atrajeron se volverán repugnantes, y las cárceles emocionales se abrirán al descubrir nuestra identidad en Cristo.

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