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La solución para la ansiedad

6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
¿Siente a veces como si estuviera cargando el peso del mundo sobre sus hombros? Las cargas vienen en todas las formas, pero tienen algo en común: nos agobian y nos agotan. Y cuanto más las llevemos, más pesadas parecen. A menos que las manejemos adecuadamente, ellas pueden nublar nuestro pensamiento, interferir con nuestro trabajo y afectar nuestra vida familiar.
Las soluciones que ofrece el mundo a la ansiedad son temporales en el mejor de los casos, pero Jesucristo ofrece la única solución permanente. El Señor nos anima a echar nuestras inquietudes y preocupaciones sobre Él, porque se preocupa por nosotros. Él es nuestro fiel sumo sacerdote que entiende nuestras debilidades e intercede por nosotros ante su Padre (He 4.15; 7.25).
Como Hijo del Hombre, Cristo experimentó de primera mano las dificultades y las cargas de la vida terrenal. Sabía cómo vivir con escasos recursos económicos sin sentirse ansioso (Mt 8.20), y cómo confiar en su Padre mientras estaba bajo gran angustia emocional (Lc 22.42-44). Experimentó la traición de Judas Iscariote y el rechazo de su propio pueblo. Y aunque nunca pecó, fue tentado.
Si usted está luchando bajo las presiones de la vida diaria, ¿qué le impide entregar su carga a Cristo? Tal vez lo haya intentado, pero la pesada carga de preocupación pareciera seguir estando sobre sus hombros. Hace falta humildad para admitir que no podemos manejar todo por nuestra cuenta, y se necesita confianza para permitir que Dios resuelva la situación de acuerdo con su voluntad. Pero si le entregamos la carga, lo único que tenemos que perder es nuestra ansiedad.