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La preservación de nuestra seguridad




Efesios 6.10-20


10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,

15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,

20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.


Satanás es el enemigo de todo creyente, y sus mentiras roen nuestra fe. El apóstol Pablo llama a sus tretas “dardos de fuego”, y nos asegura que nuestro escudo de la fe es capaz de apagarlos (Ef 6.16). Pero el diablo trata de sembrar dudas en cuanto a nuestra salvación, con la esperanza de que dejemos nuestro escudo de fe y le creamos. Sin embargo, si entendemos sus métodos, podemos evitar sus trampas.


El pecado sin confesar. Satanás nos tienta a pecar, y si cedemos, nos susurra: “No puedes ser salvo. Mira lo que acabas de hacer”. Este ciclo de acoso continúa hasta que confesamos el pecado y clamamos la promesa de Dios de que quienes reciben a Cristo son salvos (1 Jn 5.10-12).


La ignorancia de la Palabra de Dios. Si un creyente no está bien fundamentado en las Sagradas Escrituras, puede ser engañado por falsas enseñanzas. Por ejemplo, no es raro escuchar que sea imposible estar seguros de la redención o que la salvación pueda perderse. Pero tenemos la espada del Espíritu para silenciar las mentiras, porque las falsas doctrinas no resisten el escrutinio bíblico. Por eso es esencial estudiar la Palabra.


La confianza en las emociones. Cuando dependemos de los sentimientos y las experiencias, en vez de la verdad de la Palabra de Dios, los altibajos en nuestra vida espiritual pueden hacernos “sentir” que no somos salvos. Sin embargo, la seguridad genuina se basa en la fe en el Señor y en las promesas de su Palabra, no en las emociones.


Levante su escudo de la fe, tome la espada de la Palabra de Dios y confíe en que el Señor luchará por usted en las batallas contra el enemigo. El Señor es su defensa y su protección.

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