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La palabra implantada

21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
A la mayoría de los cristianos se les anima a apartar un tiempo devocional cada día. Esto incluye, por lo general, la lectura de la Biblia y la oración, las cuales son esenciales para el crecimiento espiritual. Pero debemos evaluar de vez en cuando qué efecto está teniendo esta práctica en nosotros. Dicho de otra manera, debemos preguntarnos: ¿Está mi tiempo a solas con el Señor cumpliendo el propósito de Él, o tan solo se ha convertido en un ritual que hago por costumbre o deber?
Santiago dice que necesitamos que la Palabra sea implantada en nosotros. Esto sucede cuando escuchamos y creemos el evangelio, lo cual nos lleva a la salvación. Pedro describe a la salvación como haber nacido de nuevo “mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1 P 1.23 LBLA). Pero la Palabra implantada hace aún más: nos santifica. Por eso Cristo oró a su Padre: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Jn 17.17). La santificación es el proceso por el cual los creyentes nos volvemos más semejantes a Cristo en conducta, palabras y carácter. Y el medio que Dios utiliza es su Palabra.
Cuando la Palabra de Dios es implantada en nosotros, desarraiga los pecados y produce justicia. Un tiempo devocional no debe ser como la descripción en Santiago 1.24, de alguien que se mira en un espejo y luego olvida lo que ha visto. Por el contrario, debe involucrar una mirada muy atenta que nos transforme. La verdad divina penetra en el corazón, la mente y la voluntad y, al final, se expresa con obediencia.
¿Está dando fruto espiritual su tiempo a solas con Dios? Para que la Palabra se implante en su alma, es necesario un poco de profundización, y también paciencia mientras espera que el fruto espiritual se produzca.