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La meditación bíblica

1 Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
2 Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
3 Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
4 Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
5 Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
6 Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.
7 Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
AL enfrentar una situación difícil, puede ser tentador consultar de inmediato a amigos, profesionales o el último libro o artículo relacionado con el tema. Aunque ninguna de estas opciones es mala, hay una fuente de guía y seguridad que es superior a cualquier otra, y es la Palabra de Dios.
Cuando Josué asumió el liderazgo de Israel después de la muerte de Moisés, no formó un comité ni leyó las estrategias de liderazgo del momento. En vez de eso, confió en las instrucciones que Dios le dio: “Cuídate de cumplir toda la ley que Moisés mi siervo te mandó; no te desvíes de ella ni a la derecha ni a la izquierda” (Jos 1.7 LBLA).
En esta orden está implícita la verdad obvia de que debemos leer la Biblia si queremos saber lo que Dios quiere que hagamos. Entonces, debemos tener cuidado de obedecer lo que dice sin tratar de excusar, alterar o ablandar el mensaje, para obedecer de manera parcial.
El Señor también le dijo a Josué que no dejara que la Palabra de Dios se apartara de su boca: “Meditarás en [ella] día y noche” (Jos 1.8). Ya que nuestras mentes se distraen con facilidad y son a menudo olvidadizas, necesitamos más que una lectura rápida y superficial de las Sagradas Escrituras. La mejor forma de actuar es pedirle a Dios que nos ayude a entender lo que está diciendo en su Palabra y luego tomar tiempo para pensar en ello.
La meditación bíblica no consiste en vaciar nuestra mente, sino en llenarla con la Palabra de Dios. A medida que reflexionamos en las verdades de las Sagradas Escrituras, entendemos mejor los caminos y deseos de nuestro Padre, para saber cómo proceder de acuerdo con su voluntad.