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La gracia y nuestras palabras


Colosenses 4:2-6 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;

orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso,

para que lo manifieste como debo hablar.

Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.

Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.


Al concluir su carta a los Colosenses, el apóstol Pablo destacó algunos aspectos esenciales de la vida cristiana: la consagración a la oración, una actitud de agradecimiento, y un trato sabio con los incrédulos. Al recordarnos que debemos aprovechar al máximo las oportunidades para compartir nuestro testimonio, Pablo dijo: “Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada con sal” (Col 4.6).


El apóstol conocía el poder de la lengua para el bien, y animaba a usar las palabras para influenciar a los demás para Cristo. Por otro lado, Santiago describió el daño que puede causar la lengua. La comparó con chispas que pueden incendiar un bosque, o con un mal irrefrenable que puede envenenar (Stg 3.5, 8). Por desgracia, vemos su efecto en los medios de comunicación, lugares de trabajo, familias e incluso en las iglesias.


Piense en cómo reaccionamos cuando escuchamos hablar de un extraño que ha arruinado su vida con actos deshonestos o humillación pública. Nuestra reacción inicial suele ser la crítica y el juicio, en vez de la compasión o el dolor.


Pero podemos aprender del ejemplo del Señor Jesús. Le hizo preguntas sencillas a la mujer samaritana para que ella reconociera su necesidad del agua viva (Jn 4.7-26); se autoinvitó a la casa del odiado recaudador de impuestos (Lc 19.1-10); y se interpuso entre la mujer adúltera y sus condenadores antes de llamarla con gentileza a la rectificación (Jn 8.1-11). Las palabras del Señor Jesús estaban sazonadas con gracia.


Como representantes del Señor Jesucristo, debemos aprender a hablar con gentileza. Desarrollemos el hábito de usar un tono de voz amable, una actitud cortés, un espíritu humilde y palabras edificantes.

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