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Límites a la tentación

1 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar;
2 y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar,
3 y todos comieron el mismo alimento espiritual,
4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.
5 Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.
6 Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.
7 Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.
9 Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.
10 Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.
11 Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.
12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
A pesar de lo que podamos sentir, los cristianos no somos impotentes ante la tentación. Tampoco estamos solos en esta lucha. Incluso Cristo fue tentado, pero a diferencia de nosotros, nunca pecó (He 4.15). Puesto que el Señor entiende nuestra lucha, podemos acercarnos a Él en busca de ayuda en cada tentación.
La ayuda de Cristo viene en una variedad de formas. Primero, podemos aprender una lección de cómo usó las verdades bíblicas para refutar las mentiras de Satanás (Mt 4.1-11). Luego, podemos ser instruidos por el ejemplo negativo de los israelitas, que “codiciaron cosas malas” y sufrieron las consecuencias (1 Co 10.6). La Biblia nos advierte que no pensemos que no podríamos caer cuando seamos tentados (1 Co 10.12). Por último, es alentador saber que Dios ha puesto límites a las tentaciones que permite que experimentemos (1 Co 10.13). Considere lo que revela esta promesa en cuanto a Él:
Dios es fiel. Como nuestro Padre amoroso, Él vela por nosotros. Sabe justo a qué nos enfrentamos, y nos proporciona una manera de salir victoriosos.
Dios es poderoso. Satanás no tiene vía libre para atacarnos y tentarnos. Cada seducción que viene en nuestro camino es controlada por el Señor, quien no nos dejará ser tentados más allá de lo que seamos capaces de soportar.
Dios es todo lo que necesitamos. El Señor nos proporciona una vía de escape, por lo general a través de su Palabra, el Espíritu Santo y la oración, para que podamos soportar la tentación sin caer.
Cuando se sienta tentado y quiera darse por vencido, recuerde a quién pertenece, lo que Él ha prometido y lo que ha provisto para darle la victoria.