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El quebrantamiento: Camino a la bendición


2 Corintios 12:7-10 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;

respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.


A nadie le gusta el sufrimiento. Sin embargo, Dios usa el dolor para moldear a sus hijos. Aunque los tiempos de felicidad son maravillosos, los de sufrimiento producen crecimiento.


El quebrantamiento puede resaltar partes de nosotros que intentan dejar fuera a Dios. Si hay aspectos que no le hemos entregado, ellos pueden entorpecer los planes que nuestro Padre celestial tiene para nosotros. Pero con su manera hábil y amorosa, usa nuestras circunstancias y malestar para revelar qué tan dependientes de Él somos en realidad.


El apóstol Pablo lo experimentó. Después de ser salvo en el camino a Damasco, todavía necesitaba crecimiento espiritual para ser más efectivo para Cristo. Por lo tanto, Dios permitió cierta aflicción, que el apóstol llamó un “aguijón”. En tres ocasiones, suplicó al Señor que se lo quitara, pero el aguijón permaneció. Aunque parezca increíble, la reacción de Pablo fue gratitud. Más aun, escribió: “Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co 12.10).


Al igual que Pablo, el sufrimiento puede desagradarnos y, sin embargo, darnos la confianza de que Dios nos está haciendo crecer. Su propósito es que caminemos en estrecha unidad con Él y le sirvamos de acuerdo con su voluntad. Para lograrlo, tiene que romper nuestra resistencia y nuestra autosuficiencia.


Si usted desea vivir para Cristo, confíe en Él lo suficiente como para orar así: “Señor, más que cualquier otra cosa en la vida, quiero vivir para ti. Por favor, obstaculiza cualquier aspecto que no esté sometido del todo a tu voluntad”.

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