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El poder para cambiar

1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
¿Por qué algunas personas que han puesto su fe en Cristo como Salvador todavía se sienten derrotadas y continúan luchando con el pecado? Porque quizás nunca hayan comprendido lo que sucedió en la cruz. En vez de vivir en su nueva identidad en Cristo, se sienten pecadores sin esperanza y sin poder para cambiar.
Para entender qué transformación drástica tuvo lugar en la salvación, veamos lo que dice Dios acerca de quiénes éramos sin Cristo:
Muertos espiritualmente. No estábamos heridos, estábamos muertosen nuestros pecados e impotentes para relacionarnos con Dios.
Merecedores de la ira y el juicio de Dios. Nuestro pecado no solo puso una barrera entre nosotros y Dios, sino también nos convirtió en sus enemigos, destinados a su justa condenación.
Indefensos y sin esperanza. Nada de lo que pudiéramos hacer nos haría aceptables a Dios. Ni siquiera podríamos volvernos a Él en arrepentimiento sin la intervención del Espíritu Santo.
¡Pero Dios nos amó! Qué grandioso el hecho de que el Dios santo mostrara misericordia a pecadores rebeldes. Él envió a su Hijo para rescatarnos y sufrir el castigo que merecíamos. Ahora, todos los que creemos en Cristo como Señor y Salvador, hemos sido resucitados de la muerte espiritual a la vida eterna.
Las barreras que una vez nos mantenían lejos de Dios han sido eliminadas en Cristo. Ya no tenemos que vivir derrotados por el pecado, porque tenemos el poder del Espíritu para vivir de acuerdo con nuestra nueva identidad en Cristo. La gracia de Dios es suficiente, no solo para salvarnos, sino también para transformarnos.