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El mensaje que comunican los padres


1 Samuel 20:30-34 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

30 Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza de tu madre? 31 Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo, porque ha de morir. 32 Y Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho? 33 Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre estaba resuelto a matar a David. 34 Y se levantó Jonatán de la mesa con exaltada ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía dolor a causa de David, porque su padre le había afrentado.


Cuando alguien pregunta: “¿A qué se dedica?”, la respuesta, por lo general, incluye un puesto de trabajo. Pero cualquier persona que esté criando o interactuando con niños tiene un papel mucho más importante que los deberes profesionales.


Los padres son comunicadores. Pero a diferencia de los conferencistas, las madres y los padres no pueden planear de antemano su mensaje. Todo lo que hacemos y decimos, en especial lo que sucede “sin pensarlo”, moldea a nuestros hijos. Piense en su propia infancia, ¿qué hicieron sus padres para ilustrar las prioridades y creencias que tenían?

Incluso sin hablar, enviamos mensajes por medio de nuestro lenguaje corporal, intereses, ausencia o presencia, y silencio. Agregue palabras a la mezcla, y tenemos la receta para un impacto positivo o negativo.


Es inevitable que nuestros hijos se vean afectados por lo que comunicamos. De manera que, prestemos atención al modo en que cada joven procesa la información; a veces, el mensaje que queremos transmitir se ve distorsionado por la comprensión limitada de nuestros hijos.

Solo los padres como el encolerizado y resentido rey Saúl en el pasaje de hoy, tendrían la intención de herir a sus hijos. Pero en el trajín o por causa de heridas pasadas, los mensajes que enviamos podrían ser perjudiciales sin darnos cuenta.


¿Qué les comunica a sus hijos? Pregúntese: ¿A qué apuntan mis acciones como prioridades de mi vida? ¿Sienten mis hijos que tengo en mi corazón hambre de la dirección y la ayuda de Dios? Sobre todo, ¿sabrían ellos cómo cultivar una relación cada vez más profunda con Cristo al observar mi vida?


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