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El fundamento de la fe

9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica.
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca,
13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.
14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.
15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
18 Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio.
19 Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos.
20 Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.
En el momento de la salvación, todo aquello sobre lo cual hemos construido nuestra vida se derrumba, y se desecha como los escombros de un terreno vacío. Entonces ponemos un nuevo fundamento en Cristo, y comenzamos a edificarlo día a día con nuestros hechos.
Al igual que con cualquier proyecto de construcción, tenemos la posibilidad de elegir qué materiales utilizar. Todos pueden parecer buenos, pero la verdadera prueba de su calidad se revelará cuando estemos ante Cristo “para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co 5.10).
Por lo tanto, debemos considerar lo que utilizamos como materiales de construcción. El mundo nos ofrece muchas filosofías. Se nos dice que podemos mezclar un poco de sabiduría mundana con un poco de la Biblia, y tener así una vida cristiana correcta. Pero el apóstol Pablo advierte que si alguien piensa que es sabio en este mundo, es un necio. Dios destruirá todo lo que usemos que se derive del mundo en vez de la verdad de su Palabra.
Edificar una casa sólida de fe sobre el fundamento de Cristo es un proceso que dura toda la vida. Por medio de la oración y de la meditación en la Palabra, aprendemos a conocer y amar a nuestro Padre celestial, y a entender lo que le agrada. A medida que Dios transforma nuestra vida por medio de su Espíritu, nuestras acciones y actitudes se vuelven cada vez más santas y obedientes.
Con tanto en juego, debemos tener como meta establecer nuestra vida sobre el fundamento de Cristo, con acciones piadosas fortalecidas por el Espíritu Santo. Una edificación de fe como esta se mantendrá firme en esta vida y será digna de recompensa en la próxima.