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El Dios que nos salva


Romanos 3.10-28


Cuando les decimos a las personas que Dios quiere salvarlas, pueden preguntarse de inmediato por qué es necesaria la salvación. En su mente, no están en peligro inmediato y, por lo tanto, no tienen necesidad de un Salvador. Antes de que una persona pueda apreciar la buena noticia, debe entender la mala noticia.


Cada uno de nosotros necesita ser salvado, porque todos somos pecadores, merecedores de la condenación y del castigo eterno de Dios. Por mucho que nos esforcemos, “no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro 3.12). Esto significa que carecemos de la capacidad de hacernos aceptables a Dios. En otras palabras, estamos condenados por la eternidad, a menos que Dios mismo intervenga a nuestro favor; lo cual fue justo lo que hizo.


Con el fin de salvar a la humanidad caída, Dios dispuso un plan para el rescate de la humanidad, incluso antes de crear el mundo. Ya que su atributo de justicia no podía ser dejado de lado, escogió a un sustituto aceptable para que llevara la condena y el castigo que merecían los pecadores. El único calificado para esta misión era su amado Hijo, quien se hizo humano y vivió sin pecar.


El perdón y la reconciliación con Dios son regalos para todos los que reciben a Jesucristo y creen en que hizo expiación por ellos. No hay condenación para quienes se refugian en Él. Pero los que rechacen su ofrecimiento de salvación serán condenados por sus pecados.

Cristo hizo todo lo necesario para salvarnos. Lo único que tenemos que hacer es creer y entregarle nuestra vida por fe.

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