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El buen Juez
1Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas.
2 Me alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.
3 Mis enemigos volvieron atrás; Cayeron y perecieron delante de ti.
4 Porque has mantenido mi derecho y mi causa; Te has sentado en el trono juzgando con justicia.
5 Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, Borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
6 Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; Y las ciudades que derribaste, Su memoria pereció con ellas.
7 Pero Jehová permanecerá para siempre; Ha dispuesto su trono para juicio.
8 El juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud.
9 Jehová será refugio del pobre, Refugio para el tiempo de angustia.
10 En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
11 Cantad a Jehová, que habita en Sion; Publicad entre los pueblos sus obras.
12 Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos; No se olvidó del clamor de los afligidos.
13 Ten misericordia de mí, Jehová; Mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, Tú que me levantas de las puertas de la muerte,
14 Para que cuente yo todas tus alabanzas En las puertas de la hija de Sion, Y me goce en tu salvación.
15 Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; En la red que escondieron fue tomado su pie.
16 Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; En la obra de sus manos fue enlazado el malo. Higaion. Selah
17 Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios.
18 Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, Ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.
19 Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre; Sean juzgadas las naciones delante de ti.
20 Pon, oh Jehová, temor en ellos; Conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah
El Señor a menudo es representado como el Juez sentado en el cielo y listo para repartir venganza a diestra y siniestra por la desobediencia. Pero también se presenta como Dios bueno y amoroso que perdona con rapidez. Aunque ambos aspectos de su naturaleza son ciertos, a la mente humana se le dificulta comprender cómo pueden coexistir en el mismo ser.
Desde nuestra limitada perspectiva terrenal, el Señor puede no parecer siempre bueno. Las personas que luchan por aceptar su bondad, miran a menudo a su alrededor y se preguntan por qué no detiene el mal y el sufrimiento en el mundo. O piensan en el juicio venidero y se preguntan cómo puede Dios condenar a alguien al infierno. La ironía de este razonamiento es que encuentra fallas tanto en el permiso por parte del Señor del mal presente, como en su futuro juicio intolerante del mal en la eternidad.
En realidad, ambos extremos demuestran la bondad de nuestro Padre celestial. Dios no descarta de inmediato a quienes lo rechazan o desobedecen; en vez de eso, espera con paciencia que nos arrepintamos y aceptemos el perdón de los pecados que está disponible solo en Jesucristo. Pero en el juicio final, el Señor no dejará impune al culpable. Si lo hiciera, dejaría de ser bueno.
Solo cuando lleguemos al cielo comprenderemos la santidad absoluta de Dios y la profundidad de la depravación del pecado. Entonces entenderemos la necesidad del infierno y la bondad de un Salvador que murió para salvarnos. Mientras tanto, regocíjese sabiendo que su Juez es bueno.