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Dios y el uso de nuestro dinero

6 Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años.
2 Y la mano de Madián prevaleció contra Israel. Y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados.
3 Pues sucedía que cuando Israel había sembrado, subían los madianitas y amalecitas y los hijos del oriente contra ellos; subían y los atacaban.
4 Y acampando contra ellos destruían los frutos de la tierra, hasta llegar a Gaza; y no dejaban qué comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos.
5 Porque subían ellos y sus ganados, y venían con sus tiendas en grande multitud como langostas; ellos y sus camellos eran innumerables; así venían a la tierra para devastarla.
6 De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová.
Uno de los aspectos más difíciles de nuestra vida de entregar a Dios es el uso de nuestro dinero. Cuando experimentamos un gran período de bendiciones materiales es fácil pensar que no necesitamos al Señor para nuestro éxito. En esos tiempos, Dios puede llamar nuestra atención de una manera dolorosa.
Vemos esto en el pasaje de hoy. El pueblo de Israel se había vuelto rebelde y se alejó de Dios. Por lo tanto, llamó su atención al darles donde sabía que lo sentirían: en el sustento de la nación. Específicamente, permitió que naciones hostiles arruinaran por completo sus cultivos durante siete años. Esta agresión casi destruyó su modo de vida.
¿Cuál fue el resultado? Jueces 6.6 dice que “los hijos de Israel clamaron a Jehová”. Es decir, se volvieron a Dios y le suplicaron que su relación con Él fuera restaurada. ¿Qué provocó este arrepentimiento? La intervención directa del Señor y la paralización de su economía, pues fueron recordatorios de que dependían de Él.
A lo largo de los años, he hablado con muchas personas que han pasado por una experiencia similar. Dios les concedió un gran éxito, pero luego se alejaron de Él. Entonces eliminó el obstáculo: el dinero que tenían. Y a menudo, el resultado fue una pasión renovada por conocer a Dios.
Recuerde que nuestro Señor es un Dios celoso (Ex 20.5, 6). Él no permitirá que ni siquiera las bendiciones que da le alejen de Él. Considere en oración sus prioridades. Pídale a Dios que gobierne sus bienes materiales, y le dé sabiduría para administrar su dinero con humildad.