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Dios es bueno en las pruebas

1Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no averg:uenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Si Dios es bueno, ¿por qué permite que su pueblo sufra? Aunque habrá un día en que enderezará todo, por ahora vivimos en un mundo caído lleno de sufrimiento. Dios no ha dejado de tener el control, pero si no entendemos lo que está haciendo, podríamos desanimarnos o enojarnos en medio de las pruebas.
Nuestro Padre celestial utiliza cada situación dolorosa para lograr sus propósitos en nuestra vida. Es por eso que se nos dice que nos regocijemos no solo en la esperanza de la gloria de Dios, sino también en nuestras tribulaciones.
El regocijo en las tribulaciones (no por ellas) es posible solo si sabemos lo que Dios hace por medio de las pruebas. El bien que produce es de naturaleza progresiva, pasando de un resultado positivo al siguiente:
Perseverancia. Cuando nuestra esperanza y confianza están en la bondad, el amor y el poder de Dios, tenemos todos los recursos necesarios para seguir adelante, en vez de desilusionarnos y abandonar nuestra fe.
Carácter probado. Dios usa las pruebas para purificarnos del pecado y transformarnos cada vez más a su imagen, para que nuestro carácter, conducta y conversación lo reflejen y honren.
Esperanza. Conocer los buenos propósitos por los cuales Dios permite el dolor y los problemas en nuestra vida nos protege del desaliento. Por eso, confiamos en su amor y ponemos nuestra esperanza en lo que está realizando por medio de su Espíritu en nosotros.
Las pruebas de la vida tienen el potencial de desarrollar buenas cualidades en nosotros. Por eso podemos regocijarnos en el Señor, incluso en la tribulación.