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Dejados aquí para servir

8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
¿Por qué cree que Dios le ha dejado en este mundo, en vez de llevarle al cielo en el momento que fue salvo? Piense en todas las dificultades y penas de las que habría escapado. Imagínese las alegrías que estaría experimentando con Cristo en el cielo. Pero, por otro lado, ¿quién estaría aquí para hablarles a otros del evangelio de salvación si todos los creyentes fueran sacados de este mundo?
Si vive y respira, entonces el Padre celestial tiene un plan para usted, un ministerio que cumplir. No piense en el ministerio como algo que solo un grupo selecto de personas hace en el edificio de una iglesia. El servicio a Dios es responsabilidad de cada creyente. Consiste en hacer las “buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2.10).
Aunque la manera en que servimos puede cambiar con el tiempo, nunca se nos llama a no hacer nada. Incluso un cristiano enfermo en cama puede orar por otros u ofrecer palabras de aliento a los visitantes y a quienes lo cuidan. La meta del creyente no debe ser solo asistir a la iglesia, escuchar un sermón y recibir alimento espiritual para la semana. La meta es servir a Dios con todo nuestro ser, al reflejar el amor de Cristo a través de lo que somos. Nuestra adoración a Dios y la instrucción de su Palabra es lo que nos edifica y dota para servirnos unos a otros e ir al mundo a compartir el evangelio.
Toda su vida ha sido concebida para ser un acto de servicio a Dios. Si, por el contrario, vive para su propia felicidad y objetivos, terminará sintiéndose decepcionado. Mientras que al andar en las buenas obras que Dios ha preparado para usted, tendrá la satisfacción de hacer justo aquello para lo cual fue creado.