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Cuando otros nos fallan



2 Timoteo 4.9-18


Procura venir pronto a verme,

10 porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.

11 Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.

12 A Tíquico lo envié a Efeso.

13 Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.

14 Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.

15 Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras.

16 En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.

17 Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león.

18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Ser decepcionado por un amigo causa gran angustia en la vida. El compañerismo es una de nuestras necesidades esenciales, y cuando los amigos nos fallan, nos sentimos heridos, rechazados y solos. Es probable que todos hayamos experimentado esto en mayor o menor grado, y el apóstol Pablo no fue la excepción.


Aunque se había rodeado de amigos y sacrificado para llevar el evangelio por todo el mundo romano, estaba básicamente solo cuando se acercaba al final de su vida. Mientras pasaba sus últimos días en prisión, solo Lucas estaba con él.


Algunos de los amigos del apóstol estaban ministrando en otras partes del mundo, pero otros, como Demas, lo abandonaron. Cuando Pablo estuvo en su juicio preliminar, nadie lo apoyó. De hecho, todos lo habían abandonado. Asociarse con Pablo en ese momento era arriesgado.


Habría sido comprensible que se quejara de los amigos que lo habían decepcionado en su momento de necesidad. Sin embargo, mostró un espíritu de perdón al decir: “No les sea tomado en cuenta” (2 Ti 4.16). Aunque la traición o el abandono duelan, nunca sanaremos si nos dejamos dominar por la amargura y el resentimiento. El perdón es nuestra única solución.


Al igual que el apóstol Pablo, necesitamos una perspectiva eterna cuando nos enfrentemos a la desilusión. Nada llega a nuestra vida sin pasar primero por las manos de nuestro Padre celestial, ni ninguna experiencia es en vano. Sus caminos pueden no tener sentido para nosotros, pero Él usa cada situación dolorosa para cumplir su voluntad en nuestra vida, y caminará a través de ellas con nosotros.

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