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Romanos 10.8-17


8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.Esta es la palabra de fe que predicamos:

9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;

13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?

15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?

17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.


¿Podría imaginarse un barco con una carga valiosa que es lanzado al mar, solo para verlo anclar una y otra vez sin descargar nunca nada? Creo que los cristianos silenciosos se parecen mucho a ese barco. Dios ha bendecido a los creyentes con la salvación y la vida eterna, y les ha confiado el mensaje del evangelio; sin embargo, muy pocos de sus hijos están dispuestos a compartir con otros las buenas nuevas de la salvación en Cristo.


¿Qué nos hace permanecer en silencio? Sabemos que el Señor Jesús nos ha ordenado que vayamos y hagamos discípulos (Mt 28.18-20). Además, nos ha asegurado que seremos facultados por su autoridad y por su presencia. Dios ofrece la invitación de salvación a “todo aquel que invoque el nombre del Señor”. Incluso ha dejado claro que nuestro anuncio de las buenas nuevas es el medio por el cual las personas vendrán a la fe salvadora (Ro 10.13, 14).


A veces, los cristianos que no comparten su fe defienden esa decisión diciendo: “Mi fe es cuestión privada. Es entre Dios y yo”. Pero ese no es el modelo que vemos en las Sagradas Escrituras. La fe genuina se confiesa con la boca y se comparte con el mundo.


A cada creyente se le ha confiado las buenas nuevas de salvación por medio de Cristo. Esta es, sin duda, la información más importante que tenemos, porque ofrece la única puerta al cielo. En Juan 14.6, el Señor dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Tenemos que avanzar con fe y valentía, estar dispuestos a dejar de lado las preocupaciones mundanas, obedecer a Dios, y hablar a otros de Jesucristo.

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