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Cómo superar los altibajos de la vida

1Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
¿Alguna vez ha escuchado el testimonio de alguien que haya pasado por una tragedia horrible y visto de primera mano la fidelidad de Dios en esa situación? Prestamos mucha atención a estos relatos porque nos inspiran a confiar en el Señor. Y de todos los testigos de la gracia de Dios en tiempos difíciles, ninguno es más impresionante que el apóstol Pablo.
Pablo no era ajeno a las adversidades. A lo largo de su ministerio, fue arrastrado, golpeado, apedreado, arrestado y acusado de herejía, tanto por los líderes judíos como por el gobierno romano (2 Co 11.23-28). Esto, en verdad, era muy diferente a su vida anterior, cuando disfrutó de las oportunidades que le brindaron su ciudadanía romana y su educación judía.
En medio de estos increíbles vaivenes en su vida, Pablo descubrió una lección valiosa. En Filipenses 4.11, escribe: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. Su actitud no cambiaba con sus circunstancias, sino que permanecía constante, ya sea que tuviera de sobra o padeciendo necesidad (Fil 4.12).
Pablo se refirió a este contentamiento como un “secreto”, pero luego reveló la fuente de esta actitud en el versículo siguiente: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4.13).
En nosotros mismos, no hay manera de que podamos tener contentamiento en cada situación. Pero una vez que entendemos que Dios obra a través de nuestras pruebas para hacernos más como su Hijo, y que nuestra unión con Cristo nos fortalece para resistir e incluso regocijarnos, tenemos un fundamento fuerte de contentamiento, sin importar lo que esté sucediendo.