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Cómo permanecer en la vid

7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Cuando Cristo les dio a sus discípulos sus instrucciones finales antes de ir a la cruz, repitió una palabra en particular: permanecer. Esta no es una palabra que usamos a menudo, pero transmite con precisión la relación entre Cristo y sus seguidores.
Permanecer significa “seguir estando, morar, continuar, perseverar o quedarse”. ¿Puede usted escuchar el llamado a la fidelidad en estas palabras? Nuestra relación con Jesucristo no es un evento único de salvación, sino una larga y constante caminata con Él.
Cristo dijo: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas” (Juan 15.5 NVI). Esta es una verdad para todos los que han nacido de nuevo. Pero también nos dice que permanezcamos en Él (Juan 15.4), lo que significa que tenemos cierta responsabilidad como ramas en Cristo.
Cristo dice que dejemos que sus palabras permanezcan en nosotros (Juan 15.7). Incorporar la Palabra de Dios en nuestras mentes y corazones es la manera en que moramos con Él y aprendemos a conocerlo íntimamente.
La obediencia es otro aspecto esencial de la permanencia (Juan 15.10). Es como ser un empleado que obedece las instrucciones de su gerente, y no toma el asunto en sus propias manos. Debemos confiar en la dirección del Espíritu Santo, en vez de crear estrategias y hacer planes por nuestra cuenta.
Permanecer en Cristo también afecta nuestras relaciones con otros creyentes. Dios nos ordena a amarnos los unos a los otros como nos ha amado (Juan 15.12).
El deseo de Dios es que demos mucho fruto al permanecer en Cristo. Este no es un esfuerzo esporádico que se hace solo cuando es conveniente; es un compromiso de permanecer en la Palabra de Dios y continuar en obediencia y amor.