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Buena disciplina


Hebreos 12.4-11


Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;

y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;

Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?

10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.

11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.


Para obtener una comprensión más profunda de la naturaleza amorosa de la disciplina de Dios, trate de recordar su propia infancia. Tal vez usted escuchó decir a uno de sus padres: “Esto me duele más a mí que a ti”. En ese entonces, es posible que no apreciara ni creyera esas palabras. Ni comprendiera el verdadero significado hasta que se convirtió en adulto. La disciplina es dolorosa, tanto para el destinatario como para el administrador, pero los beneficios superan al sufrimiento.


Los buenos padres aman a sus hijos lo suficiente como para mirar más allá de su comodidad inmediata y trabajar en función de una meta más beneficiosa a largo plazo: la transformación de jóvenes necios y egocéntricos en adultos sabios y amorosos. El Padre celestial trabaja de la misma manera para ayudar a sus hijos a madurar. La disciplina divina es una parte necesaria del proceso, y una expresión de su amor y bondad.


Aunque Dios conoce los medios más efectivos para disciplinarnos, el resultado es influenciado por nuestras actitudes. Podemos elegir someternos y ser capacitados por Él, o rebelarnos y desperdiciar la oportunidad de crecer en semejanza a Cristo. Dios siempre busca nuestro bien, pero cuando elegimos nuestro propio camino, rechazamos lo mejor y entristecemos su corazón.


Si usted no alinea sus pensamientos con la verdad de las Sagradas Escrituras, el dolor y el sufrimiento de la disciplina divina pueden producir el fruto de una actitud amarga, un corazón airado y una visión distorsionada de Dios. De manera que, confíe en la voluntad perfecta del Padre celestial y dispóngase a aprender. Él producirá el fruto de la justicia en su vida.

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